CORAZÓN EN LOS PIES
- Enfoque 74
- 29 nov 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 dic 2020
Sabemos que el corazón está en el pecho, pero para los danzantes no es así. Danzar no es lo mismo que bailar, se requiere de más dedicación, no solo es seguir una coreografía, es sentirla para poder vivirla y transmitir el mensaje correcto.
¿El amor puede ser diferente depende del punto de vista por el que se vea? O acaso ¿Hobbie es lo mismo que profesión?
Por: Keyli Ramos
Amor y profesión
Junior Condori Almidón, al igual que la mayoría de nosotros, acostumbraba pasar un rato con sus padres en frente de una pequeña pantalla hipnotizados por cómo ésta podía reproducir diferentes lugares, tiempos y personas a la vez. Una de esas tantas veces vio algo parecido a un concurso donde la gente danzaba alegremente en vestimentas con los colores del arcoíris impregnado.
La danza de las tijeras fue su gran primer amor, ese que no se olvida ni en 100 años. Cuando llegó el día en el que finalizó con sus estudios básicos, decidió armarse de valor y contarle a su hermano que era lo que anhelaba, para que este lo ayude a persuadir a sus padres con lo que había soñado desde que presenció su primera competencia de danzas.
Como dice el refrán “después de la tormenta viene la calma”, así es como lo sintió Junior, luego de tantas luchas con sus padres tanto como con él mismo, logró egresar de la Escuela Nacional Superior de Folklore José María Arguedas lo cual le abrió muchas puertas en el mundo que él escogió.
“Ser danzante de tijeras es un honor para mí, porque así puedo defender con orgullo el apellido de mis padres que son Apurimeños” – fueron las palabras de Junior Condori Almidón. Hoy en día es parte de la escuela de danzante de tijeras “Los hermanos Chávez”, donde fue reclutado por uno de los amigos de su hermano, quien lo apoyó sin si quiera dudarlo. Para Junior la danza no solo son movimientos y vestimentas, es su vida plasmada en historias y colores que se mueven al compás de la música.

Fuente: Junior Condori Almidón
Amor de amateur
Edward Javier Chávez era un joven universitario cuando incursionó en el mundo de la danza. Junior Condori, su amigo de colegio, fue quien lo animó a ir a uno de sus ensayos. Edward desde un inicio se negó porque estaba en los últimos ciclos de su carrera como abogado y su tesis no lo dejaba pegar los ojos hace semanas, por lo cual estaba cansado y sin ganas de nada.
El día del ensayo, Junior fue hasta su casa emocionado para que vaya con él a verlo danzar. En un inicio buscó excusas para no ir, pero como se sintió acorralado vio como única salida acompañarlo. Hoy en día considera que la insistencia de Junior fue su “salvación”.
“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”, dijo Viktor Frankl para una investigación de alumnos de la UNFV sobre el estrés universitario.
En pocas palabras, la danza fue lo que ayudó a Edward a superar y dejar ir todo el estrés que tenía acumulado. Para él danzar es como un hobby, que lo ayuda a relajarse y poner su mente en un estado de ánimo tranquilo. Desde hace 10 años hasta el día de hoy ve a la danza como una terapia para su mente, cuerpo y alma.
Sin barreras
Durante los meses de cuarentena tuvieron que buscar nuevas formas de continuar con sus vidas con normalidad, por ello se optó realizar lo que conocemos como “concursos” pero esta vez virtuales, donde los participantes suben un video danzando a sus diferentes plataformas y la persona con más likes gana.
Así se estuvieron realizando las actividades que en un inicio les dolió abandonar inesperadamente y aunque ahora implica más esfuerzo y paciencia usar este nuevo método, lo hacen por amor a la danza.
Este fin de semana estuvo lleno de emociones, volver a vivir esa sensación que solo la danza les causa fue mágico. El primer concurso de caporales, luego de varios meses sin ensayos ni prácticas se llevó a cabo de manera virtual.
Junior no participó de este concurso porque no es el género que suele danzar, pero asistió de forma virtual para apoyar a Edward, quien según las palabras de su amigo tenía una sonrisa de oreja a oreja en el rostro a la hora de su presentación.

Fuente: Edward Javier Chávez
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